domingo, 6 de noviembre de 2011

Mamá canguro por amor



La maternidad es demasiado corta. En dieciséis semanas tienes que conocer a tu bebe, aprender a cuidarlo y prepararte corriendo para dejarlo en otras manos. Y dieciséis semanas se van volando. 

Si tu familia vive lejos y no tienes estas fantásticas niñeras con antigua experiencia y disponibilidad total (los abuelos), estas…¡prácticamente arruinada!  

Así que no me quedó otro remedio que reunir a un reducido grupo de amigos de máxima confianza, convencerlos del gran honor que se le concedía y empezar una formación relámpago en el cuidado de pequeños seres humanos. Fue todo un desafío. 


Afortunadamente mi preparación profesional y mi experiencia organizativa evitaron que me cundiera el pánico en las ultimas semana previas al regreso a mis extenuantes turnos laborales, y conseguí no sólo una adorable plantilla de personas depositarias de mi eterna gratitud, si no también que este puñado de valientes superara sus miedos a "romper bebés" y se entregaran alma y cuerpo en el aprendizaje del cuidado infantil. Lo más complicado fue montar un horario donde encajar las diferentes disponibilidades de los neocanguros. Lo cierto es que mis turnos no ayudaban en eso. 

Trabajar 63 horas seguidas (son pisos de acogida con muchos usuarios, plantilla corta y horarios largos... y todo eso mucho antes que empezara la crisis!) complicaba un poco la tarea, a parte de destrozarme el corazón cada vez que cerraba la puerta delante de la carita (todavía) angelical de mi pequeño tesoro. Lo conseguí. Pero en algunos momentos fue muy complicado, hasta llegué a desesperarme, porque no siempre los amigos podían ayudarme y mi impotencia no me hacía sentir una buena mamá. 

Ahora pienso que si hubiera conocido una buena canguro que me hubiera salvado en algunos apuros, me abría ahorrado una buena dosis de ansiedad y preocupación. Cuando mi niña empezó a ir a la guardería (en una escola bressol de Poble Nou), conocí a unas cuantas mamás que confesaron haber tenido, en diferentes ocasiones, momentos de angustia parecidos  por no tener una persona de confianza a quién poder llamar a ultima hora por una emergencia, un resfriado o una guardería cerrada por festividad. 
Un poco por eso y un poco por el hecho que no podía seguir un ritmo laboral tan intenso siendo mamá, una mañana me desperté valiente y decidí aprovechar el consejo de otra mamá que un día, tomando un café, me dijo: "Eres educadora, tienes experiencia, amor, y, si lo quisieras, tiempo. Y además eres una madre que sabes que significa tener que dejar tu hijo o hija en otras manos. Si necesitara una canguro de última hora me sentiría totalmente tranquila si las manos fueran las tuyas. Se que cuidarías de mi niña como lo harías con tu hija".  

Reflexioné una semana sobre el tema.  
Al octavo día llamé a la responsable de recursos humanos de mi empresa, le di 15 días de preaviso y pedí una excedencia de 1 año. 
Luego llamé a la madre del buen consejo para agradecérselo. 

Y finalmente cogí a mi niña entre mis brazos, le enseñé el dibujo de un gracioso animalito australiano, pegué dos saltos y le dije: 

"Tu mamá ahora es un canguro!".

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